domingo, 24 de mayo de 2009

Lo infinito de la vida



Ese Nahuel que traté en la primera entrada de mi blog, dije, ya no quiere estar solo. Pero me interesaría contarles por qué estuvo tanto tiempo "solo". Al menos yo lo sentí así; viví mi infancia, adolescencia y, hasta parte de mi juventud, con un sentimiento de soledad infinito. No era que no había nadie al lado mío; el problema era que yo me aislaba. No se trataba sólamente de un aislamiento físico, es decir, no era sólo que yo me quedaba en casa los sábados viendo TV o que en los recreos de la escuela permanecía en el aula. No; yo creo que se trataba del peor aislamiento que puede haber: un aislamiento al que me atrevo a llamar de tipo "mental".

En realidad no sé cuáles fueron los caminos que me llevaron a vivir tan aisalado del mundo hasta el punto de "no poder entenderlo". Es cierto que mis padres son (y fueron durante mi niñez) demasiados sobreprotectores, temerosos (antes de salir a la calle nos decían que tengamos precauciones extremas, hasta para cruzar de vereda), exigentes (no nos dejaban salir de casa si no hacíamos toda la tarea, todos los días, y de manera correcta, prolija, ordenada). Seguramente este estilo de crianza haya incidido en este aislamiento, pero no me convence del todo.

Como dato adicional, voy a decirlo, llevo cuatro años de terapia y sería una tontera no animarse, hay que tener en cuenta mi Complejo de Edipo que, creo, recién, a mis 20 años estoy tratando de resolver. Toda mi infancia y adolescencia viví en una relación simbiótica con mi madre; yo temía infinitamente que ella nos abandonara, nos dejara solos (me dejara solo), por esa razón vivía apegado a ella, ubicándome en una posición en la que trataba de complacerla en todo. Estaba demasiado pendiente de ella, de hecho mi vida y estados anímicos giraban en torno a sus palabras, a su aprobación-desaprobación, a lo que ella quería que haga, lo que no quería. En fin, mi vida se iba transformando en su vida; su deseo, en el mío. En esta relación de profundo amor madre-hijo sobraban los otros; sobraba el mundo; mi mundo éramos ella y yo; nadie más, nada más era necesario. Entonces, ahí voy entendiendo un poco más con profundidad el por qué de ese aislamiento mental, tan profundo.

De lo anteriormente expuesto se deduce que la palabra de mi madre tenía todo el peso y poder sobre mi persona. Entonces todos los miedos que ella expresaba (cuidado con la calle, cuidado con los juegos, no te vayas a caer, no te vayas a lastimar, cuidado con el viejo de la bolsa, cuidado con los insectos, cuidado en el viaje...) y sus exigencias (tenés que hacer los deberes bien sino te arranco la hoja, hacé todo, participá de modo que la maestra vea que has estudiado, que hiciste los deberes...qué orgullo de hijo) se inscribían en mi psiquismo de manera inmediata: sus miedos y sus exigencias ya eran absolutamente míos; casi sin dudarlo, yo incorporaba todo lo que ella decía en mi persona. Por supuesto que, tantos miedos, que son exagerados e irracionales, se van transformando en fobias a "todo" y, a la vez, para ser tan buen alumno como ella (¿yo?) quería es necesario aislarse, separarse del resto para cumplir con todas las obligaciones, para ser el alumno que mamá quiere y, además, para que nada me guste; es decir, para que nada más que el estudio me guste, de modo que pueda entregarme completamente a mamá, y satisfacerla, haciéndola sentir orgullosa de ese niño buen alumno que tiene producto, claro está de su creación. Danzan los narcisismos.

Entonces, sumando todos estos factores (después hablaremos de la gran represión y culpabilización de la sexualidad y al cuerpo cono objeto de placer, del cual no debe hablarse, pues es algo sucio) puedo recordar a ese Nahuel que crece aislado del mundo, pegado a mamá. Siempre fue un chico vacío, ya que no permitía que nada le guste más allá de lo que su madre imponía, no dejaba que su falta se complete con nada más que su madre; de hecho, ambos, madre e hijo, fantaseaban con completarse mutuamente, y me parece que esto ya es grave, pero bueno, sigamos adelante para entender la historia. Resumiendo, este Nahuel se convertía cada día en un amargado ya que, aunque no sabía muy bien qué quería, no podía vivir fuera del deseo de su madre, no podía contradecirla, se moría cada vez que ella se enojaba, su mundo se perdía sin ella y él notaba que esto lo estaba haciendo infeliz, que lo había convertido no sólo en un amargado, sino en un sujeto vacío, sin sentido en el camino de la vida; claro, estaba desorientado en el deseo propio...incluso empezaba a odiar a la gente. La amargura crecía de la mano del aislamiento día a día; el panorama era cada vez más difícil para mí. No lograba escapar de ella.

Nahuel ya estaba aislado, pero inevitablemente, tenía que ir a la escuela y relacionarse con otros chicos. El punto era que "no entendía a los humanos". Es un tema muy tratado en mi terapia, de hecho lo abordé la sesión pasada. Yo no podía "entender al mundo", no entendía por qué la gente se relacionaba entre sí, no entendía los temas referidos a los sentimientos, al odio, ni sabía qué era el amor. No le encontraba el sentido a nada, ni al mundo, ni a la gente, ni a los cosas. No le encontraba el sentido a la vida...¿qué es la vida?

Gracias a Dios pude ir trabajando estos aspectos en terapia y, con mucho esfuerzo fuimos derribando una enorme armadura que rodeaba no sólo mi mente, sino que, principalmente, mi corazón, al que no permitía sentir. Si, es cierto que nunca me sentí amado, y es triste también, pero eso sucedió, en parte, porque YO no lo permitía. De este modo, señores y señoras, encontramos otra función del aislamiento: para no sentir amor. ¿Por qué? : Por temor a perderlo. La lógica era así:
prefiero nunca ser amado, a serlo y luego perderlo. Seguramente se trata del amor de mamá...pero ¿por qué lo perdería? Basta recordar su mala relación con papá y sus constantes amenazas de "irse de la casa". Parece que, de chico, preferí no sentir, para no sufrir, cerrarme a los sentimientos, al mundo, a la vida, no querer entender nada sobre las personas, sobre los afectos, el amor, las relaciones. "Yo de eso no sé nada" y así simulo que todo está bien. No hay riesgo de perder nada. Y en realidad, perdí todo.

Fue en el año 2007, cuando ingresé a la Facultad (UNT) que me encontré con un grupo maravilloso de personas, compañeros, profesores que, con la alegría y entusiasmo que observaba en sus vidas, me ayudaron a relajarme, a probar otras cosas, a jugarme más por mi deseo, a sentir aunque sea un poquitito más. Muchas cosas me sucedieron ese año, en otros textos les voy a ir contando . El asunto es que luego de tres años con esta gente maravillosa y de un arduo trabajo psicológico (gracias Sole por el empeño puesto y perdón si te hice renegar demasiado), un día, pude sentir que mi corazón estaba algo más suelto, libre...podía empezar a sentir de a poquito...a sentir a la gente, a sentir amor, odio, ira, ansiedad, culpa, angustia y a saber que todo eso tenía un nombre, una causa, una cura, un apoyo, que podía ponérseles palabras...empezaba a sentir todo eso, a sentir LA VIDA.

Desde ahi comencé a realizar mis primeros conceptos sobre "la vida". ¿Qué es la vida para mí? Aun no puedo definirlo, pero soy capaz de asegurar que ésta contiene sentimientos que nos atraviesan de punta a punta (queramos saberlo o no): sentimientos
infinitamente hermosos (como enamorarse, me pasó) pero también infinitamente terribles, espantosos (como la muerte de un ser amado, ese que no va a volver nunca más). Desde este momento empezaba a posicionarme un poco frente a la vida; esta vez podía hacerlo frente a lo infinito de la misma. Quizás sea una exageración mia, pero es la manera en la que puedo ir entendiéndola configurada, seguramente, por mi imposiblidad (transitoria, espero) de procesas y elaborar esos sentimientos que se me presentan con total ímpetu como si fueran por primera vez.


3 comentarios:

  1. Amigo. la vida tiene caminos intrincados. Contrario a tuyo, mi infancia, mi adolescencia y mi vida hasta hace poco fue una completa felicidad,padre, hermanos, amigos, todo,hasta que un dìa la vida desidiò mostrarme la otra cara y aqui estoy. Primero el desgarro invadiò mis entrañas, mis dulces ausencias se marcharon y me quede con mis soledades. Pero, siempre sale el sol y los pocos que quedaron a mi alrrededor, tambien necesitaban mi sonrisa, era hora de recomenzar, y aqui estoy.
    Adelante y que no te asuste ese mundo porque pronto estarà a tus pies
    Cariñosssssssssssssssssssssssssssssss

    Lydia Raquel Pistagnesi

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  2. HOLA NAHUEL.SOY Mª JOSE Y HE VENIDO A DEVOLVERTE LA VISITA.MUY SINCERA TU ENTRADA Y DECIRTE QUE TODO SE SUPERA.YO HACE AÑOS QUE SIGO TERAPIA POR OTROS MOTIVOS MAS COMPLEJOS,PERO CON SUPERACION,LO, OUEDES LOGRAR.BESOS.MJ

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  3. Es una historia muy parecida a la del Buda hasta cuando sale de su palacio y ve un mundo tan diferente.
    Seguiré el relato y muchas gracias por tu saludo, que sea el inicio de un fructífero y divertido intercambio de experiencias y pareceres.
    Gran saludo amigo!

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