domingo, 6 de junio de 2010

Hace cien siglos...





Hola, gente! ¿Cómo están? Realmente no sé con certeza si estoy hablando con alguien o con nadie. Y si se trata de este último caso, me lo merezco. Hoy, después de mucho tiempo, vuelvo al espacio del blog. He desaparecido. He desaparecido por cien siglos y ahora regreso. Es por esto que considero entendible que los pocos seguidores de mi blog ya me hayan olvidado o, incluso, dado por muerto. Y es que, en realidad, de una manera u otra morí. Porque la muerte del deseo es peor que la muerte física, y porque sobrevivir es, también, estar muerto.

Traté de crearme otro blog...uno nuevo para contarles todo lo que sucedió en este tiempo. No pude. Se me hizo un lío de cuentas, de contraseñas. En fin, decidí continuar con este. De paso, ya queda fijada la prehistoria de lo nuevo que voy a contar.

Hace mucho tiempo me sentí muy desorientado y acudí a un espacio, el blog, que nunca antes había utilizado. Necesitaba, quizás obsesivamente, crearme un autoconcepto de la vida, necesitaba saber qué es...y para ello acudía también a Uds., que eran pocos, pero que me aportaban bastante con sus comentarios que, por suerte, ví que siguen en este blog. Esto es hermoso y pronto trataré de visitar sus espacios de modo de reanudar el contacto.

Y como les decía, trataba de saber qué era la vida. En este tiempo encontré alguna que otra respuesta, pero no he avanzado mucho. Cada paso que pude adelantar me encargué de arruinarlo. Cada éxito, de opacarlo. Cada logro, de subestimarlo. Han pasado muchisimas cosas y siento la necesidad de contarlas; espero no aburrirlos; anhelo encontrar al menos una persona interesada. Y si eso no sucede, bueno, al menos quedaré en la red y alguien algun día, quizás cien siglos más tarde, me leerá.

Muy Bienvenidos nuevamente a mi blog.

No hay comentarios:

Publicar un comentario